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13 meses de lactancia extraída
Después de mucho leer y charlar he llegado a la conclusión de que no hay dos lactancias iguales, ni si siquiera tratándose de hermanos. En internet se puede leer mucho sobre diferentes dificultades a las que las madres se pueden enfrentar: grietas, frenillo, crisis de lactancia, etc. Pero me cuesta encontrar historias como la que hoy os traigo. Quiero hacer visible que estos casos existen. Yo conozco al menos 3 y me parecen admirables.
Cuando pensamos en lactancia se nos viene a la cabeza una madre amantando a su hijo o hija. Podemos incluso pensar en una madre extrayéndose leche en el trabajo mientras su peque está en la escuela infantil. Pero es raro que se nos ocurra pensar en que hay bebés que se alimentan de lactancia materna exclusiva y prolongada sin succionarla en ningún momento del pecho de su madre. Hoy os cuento la historia de Izas y Hugo, una lactancia que duró 13 meses en los que la madre estuvo sacándose y almacenando leche todos los días para que su hijo tuviese lo que ella consideraba que era lo mejor.
Hugo está afectado por el Síndrome de Wolf-Hirschhorn, una enfermedad rara de la que ya os hablé en el reto #ConoceLasEnfermedadesRaras. La lactancia natural de estos niños es muy difícil y, me atrevería a decir, que imposible sin ayuda. Por ello, lo que consiguió Izas es increíble y muy muy difícil.
Antes de pasar a la entrevista, quiero decir que con este artículo no pretendo hacer sentir mal a nadie. Ojalá que nadie se sienta culpable al leerlo por no haber conseguido lo mismo que Izas. Cada persona y cada circunstancia son diferentes. Yo misma hice todo lo que Izas os va a contar en circunstancias parecidas y el resultado no fue el mismo, quién sabe por qué razón. Pero, cuando ella me contó su historia, lejos de sentirme mal por no haber conseguido lo mismo, me aelgré de ver que es posible. Nunca me cansaré de recomendar asesoramiento si vives una situación similar y, desde luego, Lactancia Unidades Neonatales me parece una gran opción.
Os dejo con el testimonio de Izas.
¿Cómo fue el nacimiento de Hugo? ¿Por qué no le pudiste amamantar en un principio?
Hugo nació prematuro. Yo dejé de notarlo en la tripa, fui al hospital y me practicaron una cesárea de urgencia. Al sacarlo vieron que traía 4 vueltas de cordón y hubo que reanimarlo porque nació sin respirar. Era muy pequeñito, apenas llegaba al 1kg 500gr, y tenía muy poca fuerza. Ni siquiera lloraba. Pero nada de eso interfirió en la lactancia. El motivo por el que no pude darle de mamar fue la retrognatia severa con la que nació. Su barbilla estaba completamente retraída y eso hacía que su labio inferior quedase demasiado atrás, no pudiendo realizar un buen agarre. Era fisiológicamente imposible.
¿Qué ayuda recibiste en neonatos para establecer la lactancia?
Nada más nacer Hugo, estando yo ingresada en planta, en el hospital Universitario de Cruces, había una sala de extracción de leche con varios sacaleches a libre disposición de las mamás que acabábamos de parir. Allí tenía los medios, pero no recibí asesoramiento. Desde la primera extracción, el sacaleches me produjo unas heridas que se fueron poniendo cada vez peor, hasta dejarme los pezones en carne viva. Al día siguiente, me hablaron de María, la jefa de enfermeras de neonatos, que también era asesora de lactancia. Sólo me dijo que estuviera tranquila, que lo íbamos a solucionar. Con el tiempo supe que se asustó al verme el pecho, nunca había visto unas heridas así. Me proporcionó unos parches que utilizan para regenerar la piel de los prematuros y en pocos días mi piel volvía a estar perfecta. Vio cómo me extraía la leche y enseguida se dio cuenta de que las boquillas estándar que vienen, no eran las correctas para mi pecho. Probamos varias tallas hasta dar con la mía y de ahí en adelante todo marchó muy bien.
¿Por qué decidiste extraerte leche materna?
Antes de ser madre, pensaba que no iba a dar pecho a mi hijo ni un sólo día. Es largo de explicar, pero digamos que no sentía ese instinto de amamantar. El mismo día que nació Hugo, en cuanto le vi, supe que necesitaba leche materna. Es como si algo dentro de mí supiera lo frágil que era.
¿Cómo te organizabas para extraerte leche y atender a Hugo?
Por las noches era “fácil”. Mi marido le daba los biberones mientras yo me conectaba al sacaleches. Por el día, eso ya era otra historia. Ponía a Hugo en la cama y con un pie le daba masajes en la tripa para aliviarle los cólicos, con el otro pie acariciaba al perro que estaba en el suelo y que sufría estrés por tanto cambio. Mientras, mis manos ocupadas extrayendo la leche. Tenía poca leche y aprendí que sacando de una en una, conseguía mayor producción, así que tardaba el doble de tiempo. Entre montar la máquina, las extracciones, guardar la leche, fregar los biberones… pasaba casi 1 hora. Después me pasaba otra hora para conseguir que Hugo tomara el biberón y cuando terminaba, tenía que tenerlo en brazos más de media hora para que no vomitara, suponiendo que no vomitase, me quedaba menos de media hora libre porque cada 3 horas, vuelta a empezar. Al principio no hacía prácticamente otra cosa que sacarme leche y alimentarlo. Poco a poco todo se fue estabilizando y conseguí aumentar la producción de leche y espaciar las extracciones.
¿Te sentías frustrada al no poder amamantar a tu hijo y tener que realizar extracciones?
Lo cierto es que nunca llegué a sentirme frustrada por no poder amantar porque Hugo tomaba leche materna gracias a las extracciones, así que el objetivo de la alimentación estaba cumplido. Es cierto que la lactancia materna también favorece el vínculo madre-hijo, pero como Hugo y yo hacíamos método canguro, colecho y porteábamos, favorecíamos el vínculo de esa manera.
Cuando me sentía frustrada era cuando disminuía la cantidad de leche que producía. Ahí me sentía incapaz de alimentar a mi hijo, pero siguiendo los consejos de las asesoras que me fueron acompañando, siempre conseguí la cantidad necesaria y algo más para congelar.
¿Pensaste en algún momento en dejar las extracciones?
Hubo algún periodo en que disminuía la cantidad de leche que producía y pensaba que la naturaleza me estaba diciendo que ya era tiempo de parar, pero luego miraba a Hugo, tan frágil, y sabía que tenía que seguir intentándolo. En aquellas ocasiones llegué a sacarme leche cada hora y media para conseguir recuperar la cantidad que necesitaba.
¿Por qué dejaste las extracciones? ¿Cómo afrontaste esa decisión?
Como ya he dicho, los comienzos no fueron fáciles y tuve heridas en el pecho. Conseguí curarlas, pero de tanta extracción, terminé con hematomas en ambos pechos. Como seguía sacándome cada poco, no había forma que desapareciera y cada vez estaban peor. Uno de ellos tomó un color que no me gustaba nada y ahí decidí que ya no podía seguir más. Me costó mucho dejarlo. Hugo tenía muchísimos problemas digestivos y no toleraba alimentación complementaria. Me daba miedo que no tolerase la leche de bote. Pero gracias a que tenía reservas de leche materna congelada, pudimos ir introduciéndole la leche de fórmula poco a poco hasta que la toleró. Leche hidrolizada, eso sí, porque no tolera la proteína de leche de vaca.
Hugo estuvo alimentado 13 meses con lactancia materna exclusiva, ¿por qué?
Digamos que otra vez mi instinto me decía que era la alimentación que él necesitaba. Los médicos insistían en que debía tomar “comida de verdad” antes de los 6 meses. Decían que no crecía porque le estaba alimentando mal. Esto me costó varias discusiones con mi marido porque él dudaba sobre si debíamos darle otro tipo de alimentación. Probamos con fruta y verdura a los 7 meses y medio y fue un desastre. No porque no la comiera, sino por los dolores de tripa y estreñimiento que le causaba el tomar 3 cucharaditas de pera. Para mí eran señales claras de que no estaba preparado. Si mi hijo no se aguantaba sentado en el sofá, no sujetaba la cabeza, pesaba apenas 3kg… ¡por qué iba a comer lo mismo que un niño de 6 meses! Así que hice caso omiso a las sugerencias de los médicos y seguí mi instinto y las recomendaciones de la OMS. A los 13 meses ya parecía preparado para tolerar las frutas y así fue. Hemos hecho los cambios siempre muy despacio y todos con éxito. A día de hoy es un niño que come de todo, menos proteína de leche de vaca y fresas.
Realizar extracciones de leche materna durante más de un año no es una tarea fácil. Visto con perspectiva, ¿volverías a hacerlo?
Sí. Volvería a hacerlo una y mil veces más.
¿Qué te parece la historia de Izas y Hugo? ¿Tú también te has extraido leche? ¿Tu lactancia también fue diferente?
6 claves para restablecer el vínculo si os separan al nacer
Como ya te he contado aquí, uno de mis mayores miedos cuando nació Daibel era no establecer un vínculo afectivo seguro después de separarnos tras el parto. En aquellos momentos lo viví con mucha frustración, pero el tiempo me ha permitido ver las cosas con perspectiva y darme cuenta de que hay cosas que se pueden hacer para compensar este hecho, como explica aquí y aquí Maisa, de Lactancia en Unidades Neonatales, en unos textos que yo habría necesitado leer entonces.
Aquí propongo 6 acciones que podemos realizar si hemos tenido que separarnos del bebé tras el nacimiento.
1. Método canguro
Lo ideal es acudir lo antes posible al lugar en el que se encuentre el bebé y comenzar a hacer el método canguro el máximo tiempo que se pueda. A mi llegada a la unidad de neonatos, las enfermeras me propusieron colocar a mi hijo en mi pecho, en contacto piel con piel. Este método es muy beneficioso para cualquier bebé, para las circunstancias de Daibel era su mejor medicina. Elcontactopiel con piel ayuda a establecer la lactancia materna; permite que se sientan seguros, lo que ayuda a que cojan peso más rápido; y, también, estabiliza todas sus funciones vitales (oxigenación, temperatura corporal y frecuencia respiratoria y cardiaca). Además, notarle en contacto contigo es una sensación muy placentera que te hace segregar la hormona del amor y te sientes muy conectada con el bebé.
2. Acompañamiento en la unidad de neonatos
Puede parecer una tontería que escriba esto aquí, pero yo vi como había padres que apenas estaban con sus hijos ingresados. Sí, esto pasa. Las circunstancias familiares son variopintas, y supongo que hay personas que se sienten superadas por la situación, no saben cómo afrontarla y por eso no pasan mucho tiempo en la unidad de neonatos, pero mi recomendación es que lo hagan. Es importante, no sólo estar allí, sino participar al máximo de los cuidados del bebé, comprender qué le pasa, por qué está allí, qué puedes hacer para mejorar su estado de salud. Tienes que conocer a tu bebé y él conocerte a ti. Háblale, huélele, obsérvale, tócale todo lo que puedas.
3. Compartir objetos y vivencias
En una unidad de neonatos respetuosa con la familia deben permitirte llevar objetos a tu bebé que te vinculen con él. En este post te conté qué cosas hacíamos para humanizar nuestra estancia en el hospital tras el nacimiento. Puedes vestirle con su ropa, llevarle objetos impregnados con tu olor, celebrar ciertos hitos conseguidos y hacerle partícipe de cosas que pasan fuera, como el cumpleaños de un familiar.
4. Lactancia
La lactancia es una de las herramientas más potentes para establecer el vínculo con tu bebé, como puedes leer aquí. Iniciarla en una unidad de neonatos, no es nada fácil, pero, por suerte, existen profesionales que pueden ayudarte, como a las que encontrarás en Lactancia y Unidades Neonatales. Ya te conté aquí que nuestra experiencia en este tema fue bastante frustrante, pero lo intenté.
Cuando la lactancia se vuelve imposible, hay formas de dar el biberón de forma respetuosa y que te vincule con tu bebé, tal y como cuenta Ibone Olza en este artículo.
5. Porteo
Daibel estuvo dos meses ingresado y, tras el alta, nuestra rutina casi diaria era la de ir al hospital a un sinfín de consultas y sesiones de terapia. Al periodo de hospitalización no le siguió una etapa tranquila de estar juntos en casa, que habría sido lo deseable. En esa circunstancia, las horas de método canguro menguaron considerablemente, pero el porteo nos permitía mantener el contacto.
Tenía clarísimo que quería portear, a pesar de que Daibel salió del hospital con necesidad de oxigenoterapia, lo que suponía llevar enganchados dos cables y dos máquinas. En esta situación, no parece fácil portear, pero se puede. Así fue nuestro porteo tras el alta.
Ésta es una decisión muy personal. A nosotros nos lo pedía el cuerpo, como ya te conté en este artículo. Nosotros estábamos deseando recibir el alta para meternos los tres en la cama todo un fin de semana y recuperar el tiempo perdido. Es una delicia tenerle tumbado a tu lado y observarle, ver cómo respira, mirar cada detalle de su cara, agarrarle de la manita… Todo eso vincula.
¿Practicaste alguna de estas acciones? ¿Crees que así puedes compensar la separación?
¿Se apoya la lactancia en las unidades de neonatos?
Cuando Belén, de Lactancia en Unidades Neonatales, estaba montando su proyecto, me pasó un pequeño cuestionario para tener información sobre el apoyo que recibimos las madres de niños ingresados. El resultado, que ahora os muestro, es una reflexión sobre el papel que los profesionales de la salud desempeñan en el éxito o fracaso de la lactancia de bebés con necesidades especiales, que, probablemente, son los que más la necesitan. Aquí están mis respuestas:
¿Cómo fue el apoyo que recibió en el hospital acerca de la lactancia?
Bueno en general pero, visto con el tiempo, mejorable. Mi hijo nunca se enganchó al pecho debido a su situación de salud, pero yo estuve sacándome leche durante dos meses y medio. Las primeras semanas en el hospital yo me sentí apoyada y conté con bastante información. Pregunté todas las dudas que me iban surgiendo y me respondían muy bien. Incluso, más o menos a la semana del nacimiento de mi hijo, una enfermera, sin yo preguntarle, me comentó que podía sacarme leche teniendo a mi hijo encima. Como estuvo ingresado más de dos meses en los que hubo rotaciones en el personal de enfermería que nos atendían, sé que tuve mucha suerte. Sé que la mayoría de las profesionales con las que di en los primeros días estaban comprometidas con la lactancia. Pasado un tiempo, yo ya no tenía tantas dudas y ya había establecido rutina, pero pude observar cómo otras enfermeras y auxiliares trataban y aconsejaban a otras madres y, sinceramente, yo vi destrozar lactancias en la unidad de neonatos. Me parece que hay profesionales a las que les falta formación y, sobre todo, compromiso. Me alegro mucho de no haber dado con esas personas en los primeros días.
En los casos en lo que lo vi factible, yo misma hablé con esas madres a las que me parecía que no las habían aconsejado bien, o, más bien, de las que no se habían ocupado lo suficiente. También, varias madres que veían que yo utilizaba el sacaleches constantemente me consultaban a mí en vez de al personal sanitario. Yo respondía sin ningún problema, pero me parece que deben ser profesionales quienes respondan a esas preguntas, ya que mi experiencia era escasa y podía equivocarme.
También tuve la suerte de poder hablar con Belén Abarca, enfermera pediátrica y consultora intercacional certificada en Lactancia maternaInternational Board of Lactation Consultant Examiners (IBLCE). Cuando mi hijo tenía ya un mes, a ella le tocó trabajar en el puesto donde estábamos nosotros y, tras atender las necesidades de todos los niños y encontrar un momento de menos actividad, se sentó conmigo, sin yo habérselo pedido y sin saber los conocimientos que ella tenía. Hablamos un largo rato en el que ella me explicó ciertas cosas de cómo funciona la lactancia que yo desconocía y me dio algunos consejos sobre cómo aumentar la producción. También me invitó a asistir a una charla que daría ella en unos días dentro del programa de reuniones con padres de la unidad de Neonatología. Durante el mes que quedaba de ingreso, me dirigí a ella en un par de ocasiones más para resolver algunas dudas. Si quería saber algo, se lo preguntaba a ella, ya que me había demostrado que tenía más conocimientos que el resto de la unidad.
¿Qué podrían haber hecho los profesionales para apoyar su lactancia y poder cumplir así sus expectativas?
Como ya he dicho, sé que tuve suerte con el personal que nos atendió. Además, lo cierto es que en ese momento no tenía ninguna expectativa respecto a cómo debía ser la atención en referencia a la lactancia, ya que nunca pensé que me podría encontrar en esa situación. Este aspecto me parece muy importante, ya que creo que es fundamental entender que las madres nos encontramos en un momento de mucha confusión, ya que ninguna nos preparamos para que nuestros hijos tengan problemas de salud. Por tanto, hay preguntas que ni se nos ocurre que podríamos hacer. Desde este punto de vista, me parece que el personal sanitario debe tener un papel activo a la hora de informar a las madres sobre qué pueden hacer respecto a su lactancia y dar el primer paso.
Hay otra cosa que me parece muy mejorable, pero que no tiene que ver con el personal sanitario, sino con la gerencia y la arquitectura del hospital en el que nació mi hijo, y que me temo que es difícil de resolver. Se trata de la distribución del espacio y el mobiliario en la unidad de Neonatología. Aunque los padres pueden entrar en cualquier momento del día, a mi modo de ver la unidad no está dotada de lo necesario para poder acompañar a nuestros hijos las 24 horas, lo cual, como es lógico, dificulta mucho la lactancia. Los sofás son terribles, ni siquiera cuentan con reposacabezas y el reposabrazos,son incomodísimos, nada ergonómico. Me consta que en otros hospitales hay muebles más cómodos e, incluso, se dan facilidades para acompañar a los bebés las 24 horas. Eso sería una verdadera maternidad y no un simple hospital.
Quiero reiterar la importancia de la formación en el personal sanitario respecto a la lactancia, que les empuje a tener un compromiso real con la misma. Me parece que ahí está la clave. Si no todos el personal de enfermería puede tener un alto nivel de especialización, al menos sí cabría pedir que quienes sí cuenten con esa formación tengan una dedicación exclusiva para ello y, así, todas las madres tendrían la posibilidad de ser aconsejadas de la mejor manera y lo más temprano posible. De esta forma, no habría que esperar a que, por suerte, la consejera de lactancia atienda a tu hijo al mes de haber nacido.
¿Habría estado dispuesta a hacer una inversión económica por recibir ayuda especializada para conseguir sus objetivos?
En ese momento no era una cuestión de disposición, sino de falta de recursos económicos. En mi caso, el nacimiento de mi hijo ha supuesto una modificación grande de la economía familiar, ya que uno de nosotros no va a poder tener un trabajo ‘convencional’ durante un largo período de tiempo y nos encontramos con una serie de gastos con los que no contábamos.
En el caso de tener dinero suficiente, sí habría pagado por ese asesoramiento. Sin embargo, me resisto a asumir que este servicio tenga que ser pagado de forma privada. A mi modo de ver, es un asunto lo suficientemente importante, que afecta directamente a la salud pública y, por tanto, a la economía de este país, como para que esté incluido en nuestra sanidad, la que pagamos entre todos. No debería ser un servicio testimonial que aparece por la pura voluntad y vocación de una profesional que se ha tomado la molestia de formarse.
¿Estás de acuerdo con mis reflexiones? ¿Crees que hay apoyo suficiente a la lactancia en las unidades neonatales? ¿Crees que falta compromiso y formación en el personal sanitario?
Pon tu granito de arena para humanizar las unidades neonatales
Existe un proyecto que me parece importantísimo sobre la humanización de las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI). Se trata de un grupo de profesionales que exponen sus acciones de éxito al tratar a pacientes en UCI de un modo cercano. La UCI no es un lugar bonito. Es donde a los pacientes les pasa lo peor que les sucede en sus vidas en lo que a salud se refiere. Un lugar en el que te separan de tus seres queridos, te tratan personas que no conoces y no puedes llevar una vida normal. Si estás en la UCI, tu vida peligra. ¿Os imagináis lo abrumador que es esto? Además, el trabajo de los profesionales de estas unidades debe ser de los más estresantes por la responsabilidad que conlleva. Por último, el papel de las familias puede quedar desdibujado y sentir mucha impotencia.
Como os decía, el proyecto HU-CI trata de recuperar la atención sobre las personas. Sobre todas las personas que pasan por la UCI, los pacientes, los profesionales y las familias. Estas unidades han alcanzado mucho éxito en lo técnico, en lo médico, consiguiendo, cada día, salvar más vidas. Pero parece que se descuidó la atención a la persona y se convirtieron en entornos hostiles. Este proyecto de investigación internacional pretende difundir el trabajo que se hace en muchas UCI por humanizarlas, por hacerlas entonos más agradables.
Yo quiero aprovechar este texto para reivindicar el papel de las familias en estas unidades y hacer ver que también está en nuestra mano humanizarlas. Cuando Daibel estuvo ingresado en Neonatología tras el nacimiento, hicimos una serie de cosas que creo que humanizaron nuestra estancia allí. Fueron dos meses larguísimos que viví con mucho dolor. De alguna parte tenía que sacar momentos de tranquilidad y de sentirme reconfortada. Os cuento lo que hicimos.
1. Establecer una rutina
Ojalá no hubiésemos tenido que hacerlo, pero como nos pasamos allí dos meses, al final se creó una rutina en nuestra familia que nos permitió conocernos y saber qué debíamos hacer en cada momento con naturalidad. Yo llegaba hacia las 8 de la mañana y, tras unas cuantas peticiones, me permitieron que fuese yo quien le bañara. Era la única madre que lo hacía, en parte porque era la única que llegaba a la hora del baño. Pero este acto es muy importante. Cuantas más cosas puedas hacer con tu hijo estando ingresado, más madre te sentirás y más te conectarás con él.
Pasaba allí toda la mañana, alimentándole, cambiándole pañales, haciéndole masajes, sacándome leche, abrazándole piel con piel, observando mi alrededor para empaparme bien de todo y aprender muchísimo… Con suerte, podía salir al baño y a comer algo, pero había días muy locos en los que pasaban por allí muchos especialistas a ver a Daibel. Yo estaba sola, así que no quería moverme de allí y perderme cosas.
Salía a comer y descansar. Mi amiga Carmen me recogía y me llevaba a su casa, en la que Víctor nos tenía la comida preparada. Nunca podré agradecerles lo suficiente lo que hicieron por mí aquellas semanas.
Por la tarde, otra vez lo mismo, alimento, pañales, masajes, piel con piel… Pero ya con Kike a nuestro lado y asumiendo él más protagonismo y mucho más tranquilos, sin médicos ni terapeutas que vinieran a tratarle, salvo que algo se torciera. Y claro, llegaba la noche, el peor momento del día en el que nos separábamos porque nos marchábamos a dormir a casa. Salíamos de allí entre las 10 y las 11 con el corazón encogido.
Establecer estas rutinas os permite conoceros, entender lo que está pasando y qué se necesita en cada momento. Así, vas cogiendo confianza, muy importante cuando tu hijo tiene una salud delicada, ya que en casa serás tú quien le cuide. Nosotros llegábamos a hacer chascarrillos y bromas, a veces hasta de humor negro. Le cantábamos la canción de inicio de El Rey León cada vez que le cogíamos y le alzábamos para poder desenredar los cables, le poníamos nombres cariñosos en función de las alteraciones físicas que aparecían, le llamábamos ojacitos porque tenía un ojo grande y otro pequeñito XD. Esta serie de cosas transmiten buenas vibraciones y estoy segura de que el bebé las nota y favorecen su evolución.
2. Relacionarnos con los profesionales
Cuando pasas tantas horas allí, es inevitable. Yo me sabía el nombre de todo el mundo, en qué turno trabajaba y de qué pie cojeaba cada uno. Así sabía cómo y a quién hacerle según qué preguntas.
Ellos también te conocen a ti y saben cómo va la cosa sólo con mirarte. Al final también se establece un vínculo contigo y yo he visto derramar alguna lagrimilla a alguna enfermera cuando Daibel empeoró y también cuando nos marchamos. Esto no las hace débiles, las hace humanas y mejores profesionales, como puedes leer en este artículo que me encanta.
Algún día, si me atrevo, contaré qué pasó a las tres semanas del nacimiento. De momento te cuento que aquella mañana estaba sola, me habían dado una noticia horrible, estaban interviniendo a Daibel y sentía que mi cabeza iba a explotar. No sabía dónde meterme y acudí a al box en el que habitualmente estábamos, aunque allí no estaba mi hijo. Entré absolutamente desconsolada. El abrazo que me dio Carmen, la enfermera, no lo olvidaré en la vida.
Cuando dejamos la unidad, me sentía tan agradecida por gestos como este que llevé algunos regalos para despedirme.
3. Llevar objetos
Como por ejemplo, una mano amiga. Por la red circulan varios artículos como éste que muestran objetos inventados por el ser humano que favorecen el desapego. En la mayoría de los casos, estoy de acuerdo en que son objetos horribles e, incluso peligrosos, pero siempre encuentro en esos listados a la mano amiga y me entristezco mucho. Se trata de una mano de tacto agradable, que tiene, más o menos, el peso de un brazo y se impregna con tu olor. Nosotros, que nos separábamos de nuestro bebé cada noche, le dejábamos acostado en compañía de esta mano que olía a sus padres y no a hospital.
Un día, mi amiga Criss me regaló este cartel. Decidí que lo colgaría en la cuna por si alguien necesitaba algo. Desde luego, lo primero que cogieron fue la paciencia. Algún día os contaré más sobre lo que dio de sí el cartel.
4. Celebrar eventos
Cada vez que se cumplía un nuevo hito, le llevábamos algo. Pequeños muñequitos u otros objetos para celebrar que había cumplido un mes o alcanzado dos kilos, por ejemplo. También llevábamos carteles para ponerlos sobre la cuna y mandar una felicitación de cumpleaños a quien correspondiera. Nos perdimos muchas cosas aquel otoño y las celebrábamos a nuestra manera.
5. Permitir visitas
A mí esto era lo que más me costaba, pero con el tiempo he entendido que era necesario. En la unidad en la que nosotros estábamos, los padres pueden pasar las 24 horas al día. Pero también había un horario establecido para que pudieran pasar, durante 5 minutos, otros familiares acompañados de uno de los padres. Yo intentaba que Kike asumiese ese papel, pero tampoco me parecía bien que le tocara siempre a él. El caso es que para mí era una situación muy incómoda y tampoco termino de saber la razón. Es como si quisiera preservar la intimidad de Daibel, pero, a la vez, proteger a las visitas, ya que a veces daba miedo con tantos cables y cosas pegadas a su cuerpo. No sé… El caso es que no me molaba, pero ahora entiendo que ellos también debían conocerle y nosotros hacer visible que detrás hay una familia más extensa. Es necesario.
Uff, lo que me ha costado escribir este artículo…
¿Tú hijo ha estado ingresado en una UCI? ¿Hacías alguna de estas acciones? ¿Tienes alguna anécdota que contar?
Que no os separen, pero… ¿y si su vida peligra?
La red está plagada de artículos que insisten en la importancia de que no se separe al bebé recién nacido de su madre durante las horas posteriores al parto. Desde luego que es muy importante, y lo es por las siguientes razones:
Beneficios de mantener juntos al bebé y su madre
- Facilita el inicio de la lactancia
- El contacto con la madre le aporta las primeras defensas al bebé
- Ayuda a la expulsión de la placenta
- Favorece el vínculo entre madre e hijo
- Ayuda a calmar al bebé tras pasar del medio líquido al aéreo
- Es un derecho de los bebés presente en la Carta Europea de los niños hospitalizados
¿Qué puede pasar si os separan?
- Aumento del estrés en el bebé y la madre
- Dificultad en el bebé para regular temperatura y otras constantes vitales
- Más probabilidades de que la lactancia fracase
- Mayor riesgo de contagio de enfermedades por estar en contacto con bacterias distintas a las de la madre.
- Afectación al desarrollo neurológico del bebé
Muchas mujeres embarazadas somos plenamente conscientes de esto en el momento del parto. Por ello, la separación de nuestro bebé a causa de su estado de salud nos genera mucha ansiedad y frustración. A Daibel y a mí nos separaron tras el parto. A pesar de conocer ya los datos expuestos, permití que lo hicieran. Al sentir tanto miedo por su bienestar y estar tan drogada, sentí una especie de alivio cuando se lo llevaron. ¡Qué locura! No me puedo creer lo que escribo, pero es cierto.
A día de hoy, reviso la bibliografía existente que evidencia los beneficios que tiene para el bebé que nace con dificultades no separarse de su madre y me cuesta entender lo que pasó.
Compensar la separación tras el nacimiento
Una vez que ha pasado, hay formas de compensar este hecho. Lo ideal es acudir lo antes posible al lugar en el que se encuentre el bebé, seguramente en la unidad de neonatos, y comenzar a hacer el método canguro el máximo tiempo que se pueda, ya que es muy beneficioso, y tratar de establecer la lactancia en el caso de que las circunstancias lo permitan.
Semanas después del alta me di cuenta de que habíamos estado compensando con creces esa separación gracias al gran número de horas de contacto piel con piel que practicamos su papá y yo. Lo cierto es que, aunque lo hubiésemos practicado en casa, desde luego no habría sido en tanas ocasiones. Todos esos momentos de método canguro en el hospital fuero un gran regalo que hicimos a nuestra familia. Es muy difícil verlo así durante el ingreso, pero me alegro mucho de haber llegado a esa conclusión con el tiempo.
Las separaciones nocturnas de bebés ingresados
La separación tras el parto no es la única que vivimos. Como Daibel estaba ingresado, yo tenía que separarme de él para ir al baño, alimentarme y descansar. Habrá quien piense, “¡como todo el mundo!”. No es lo mismo dejarle en una cuna en tu salón mientras tú comes a su lado, que tener que salir del edificio para hacerlo. Cada paso que das y te sitúa más lejos de él es una puñalada. Lo peor eran las noches. Daibel estuvo ingresado 66 días tras su nacimiento. Las 66 noches correspondientes fueron una auténtica tortura. Cada noche me separaba de mi bebé para ir a dormir 6 horas a casa. Esa separación genera mucha frustración, mucha tristeza, mucha angustia.
Lo cierto es que todavía hay hospitales en España en los que no permiten a los padres acompañar a los hijos hospitalizados las 24 horas. Además, en la mayoría de los casos en los que sí se permite, resulta imposible permanecer en las unidades siempre porque no están debidamente equipadas para el descanso de los padres y madres. Esto dificulta mantener el contacto de forma constante. Ojalá algún día consigamos maternidades de verdad.
Qué orgullosa estoy de que mi hijo haya tomado leche materna sólo dos meses
Durante el embarazo de Daibel tuve tiempo de leer e informarme sobre la lactancia, por ejemplo, aquí. Tras esas lecturas, gracias a las que comprendí los grandes beneficios que nos aportaría, tenía clarísimo que iba a esforzarme mucho por tener una lactancia exitosa. Daibel nació con ciertos problemas de salud que hicieron muy complicado cumplir lo que, al final del embarazo, se había convertido en un fuerte deseo.
Una serie de circunstancias hicieron la lactancia mucho más complicada de lo que yo me podría haber imaginado. Mi hijo nació con problemas graves de salud, lo que hizo que nos separaran tras el parto y no pude ponerle al pecho hasta que no pasaron unas 48 horas, lo que no ayuda nada a establecer la lactancia. El pequeño nació con labio leporino, lo que complicaba mucho el enganche. Su hipotonía (bajo tono muscular) también lo ponía difícil. Que la unidad de neonatos no esté prepara para que las madres estemos allí las 24 horas, lo hace imposible. Además, recientemente, he comprobado que son muy pocos los niños con su síndrome que consiguen mamar, pero pienso que, con más ayuda, serían más los que podrían conseguirlo.
En los dos primeros días de vida, Daibel tomo leche artificial. A las 48 horas de su nacimiento, yo por fin tenía leche, aunque también mucho dolor. Comencé a extraerla con el maldito sacaleches, esa máquina que para mí era un instrumento de tortura. Daibel tomaba la leche que yo me extraía. Al estar ingresado, comía cada tres horas, ocho veces al día. Casi cada día, se aumentaba la cantidad de leche que tomaba, en función del peso que iba cogiendo. Al principio, yo me sacaba cada tres horas también. Me daba tiempo a sacarme seis veces al día. Perdía dos extracciones, una en los traslados al hospital y los cuidados que el bebé requería y otra porque dormía 6 horas por la noche. Aunque las expertas dicen que una mala noticia no reduce la producción, el resultado de su resonancia cerebral, a las tres semanas del nacimiento, coincidió con una merma considerable en la cantidad que me extraía. Además, sus hipoglucemias nos obligaron a aumentar el volumen de las tomas con el fin de mantener los niveles de glucosa en sangre. Yo ya no tenía leche suficiente. Parecía que todo estaba en nuestra contra.
Profesionales que ayudan
Antes o después de cada toma, yo ponía a Daibel al pecho, por si alguna vez conseguía engancharse y para que estimulara la producción. Lo ideal habría sido ponerle siempre antes de la toma, pero, si hacía eso, él se cansaba y su toma con el biberón se alargaba mucho o no la completaba, y no nos podíamos permitir eso en su estado.
Cuando Daibel tenía un mes, tuve la suerte de que Belén, una enfermera del hospital, que es consultora internacional certificada en Lactancia Materna por International Board of Lactation Consultant Examiners (IBLCE), se sentó un largo rato a charlar conmigo. Me felicitó por lo conseguido en ese mes y me dio algunos consejos para intentar aumentar la producción, como realizar una extracción manual después de usar el sacaleches, extraerme de los dos pechos a la vez (había que verme…) o no dejar pasar 6 horas por la noche sin sacar leche, ya que es cuando más se produce. En definitiva, me animó a continuar con las extracciones y me invitó a sentirme orgullosa por el esfuerzo.
Yo hice todo lo que me dijo, pero lo cierto es que no obtuve muchos resultados. En este punto, yo me sacaba leche ocho veces, pero sólo conseguía completar uno de los ocho biberones que Daibel tomaba cada día. Habría necesitado más tiempo con Belén para que me ayudara, ya que me consta que gracias a sus consejos otras madres han conseguido grandes progresos. Pero ella no trabajaba en mi box habitualmente y tuve suerte de que aquel día se sentara conmigo cuando hubo un rato tranquilo en su trabajo. Necesitamos a más personas como Belén en los hospitales, posiblemente con una dedicación exclusiva a temas de lactancia. Ojalá nadie la necesitara, pero recomiendo su página web, Lactancia en Unidades Neonatales, a aquellas madres que tienen a sus hijos hospitalizados y necesiten ayuda con la lactancia.
El final de la lactancia
Cuando llegamos a casa, el bebé tenía ya dos meses. Casi a diario teníamos que ir al hospital a alguna consulta y/o terapia. Además, tenía que encargarme de muchas cosas de las que no me había ocupado en los últimos dos meses. Resultaba imposible seguir extrayéndome leche ocho veces al día para conseguir un biberón.
Entonces, acudí a un taller de lactancia en mi municipio. No quería darme por vencida y fui pensando que a lo mejor se les ocurría algo que yo no hubiese hecho ya. No fue un error ir, ni mucho menos, pero no encontré lo que yo tenía en mi cabeza. Hablé con la matrona que dirige el taller y con una mamá con mucha experiencia en temas de lactancia. Yo expuse mi situación y ellas me animaron a continuar, pero yo ya había probado todas las cosas que me proponían. Me sentí un poco presionada, a causa de mis expectativas, y mi frustración aumentó. Mantuve unos días las extracciones, pero finalmente lo dejé, lo que me resultó muy doloroso emocionalmente. Me costó mucho gestionar esa frustración. Ahora ya no se me encharcan los ojos cada vez que pienso en que no pude darle el pecho a mi hijo, pero, sinceramente, este tema no está sanado en mi interior.
Obviamente el titular de esta entrada está buscando la provocación. Me encantaría poder estar amamantando a mi hijo ahora, cuando ya tiene dos años. No pudo ser, pero me tranquiliza pensar que hice todo lo que pude.
¿Cómo fue tu lactancia? ¿Has tenido que amamantar teniendo a tu hijo hospitalizado?
Si yo he porteado, tú también puedes #PorteoAdaptado
Estoy emocionada por publicar mi primera entrada sobre porteo. Este será un tema que trataré varias veces, ya que el porteo forma parte de nuestro día a día y tiene toda la pinta de que seguirá así durante mucho tiempo. Abro esta sub-sección, y utilizaré el hashtag #PorteoAdaptado, con la idea de visibilizar situaciones como la nuestra, así que, te invito a contar tu historia, ya seas madre o padre de un niño con necesidades especiales, un porteador diferente o una asesora de porteo que ha trabajado ayudando en este tipo de casos.
Inicio la sección con un texto que escribí hace bastantes meses en el que cuento cómo fueron nuestros inicios con el porteo. Es curioso rescatarlo después de tanto tiempo y ver cómo hemos evolucionado, ya que en la actualidad lo hacemos de una forma bastante distinta, pero te lo iré contando poco a poco. De momento, aquí está nuestra experiencia de los primeros meses.
Informarse y decidir portear
Somos muchos los que nos planteamos portear a nuestros bebés cuando nacen. Suelen surgir muchas dudas sobre la idoneidad de hacerlo y más aún si el bebé nace en una situación especial.
Tras informarme durante el embarazo, leyendo cosas como ésta, no tuve ninguna duda de que quería portear a mi hijo por todos los beneficios que nos aportaría a los dos. Asistí a una charla en la que Jeni, quien se ha convertido en mi asesora de porteo, nos presentó los diferentes tipos de portabebés. Tras leer alguna cosa más, me decidí por el fular elástico para empezar.
Contar con información es lo más importante, sobre todo al principio, pero es fundamental durante todo el porteo. En la red hay muchas webs en las que explican las características y los beneficios del porteo, como Red Canguro, y también se puede encontrar una gran cantidad de asesoras de porteo, muy bien formadas en un campo muy específico, como es el caso de Elena López, todo un referente que podéis encontrar en De Monitos y Risas. Como os comentaba, la mía se llama Jeni, que está detrás de Monetes, espacio de servicios y productos para la crianza. Ella siempre está dispuesta a enseñarte cualquier cosa, hace talleres en su tienda y en otros sitios y tiene un servicio de asesoramiento personalizado.
Si ya has decidido que quieres portear, pero tu hijo nace en una situación especial, más importante todavía se vuelve ese asesoramiento. Una de las primeras cosas que hice cuando a mi hijo le dieron el alta del hospital fue ir a hablar con Jeni para buscar la mejor manera de portear a Daibel. La situación era un poco complicada, ya que el pequeño iba conectado a dos cables y dos máquinas a causa de su necesidad de oxigenoterapia. Encontramos la forma de colocar los cables y Jeni me propuso varias opciones para las máquinas. Finalmente, la manera con la que mejor nos apañábamos era que el carro llevase las pesadas máquinas. Puede parecer ridículo porque, si estás obligada a llevar el carro, ¿de qué te sirve portear? La sensación de portearles es tan placentera y tiene tantos beneficios, que resulta maravillosa e idónea.
El porteo también es beneficioso en situaciones especiales
La primera vez que coloqué a Daibel en el fular, hubo una señal clara que nos indicó lo bueno que era para él. Al llevar pulsioxímetro, sabíamos qué saturación de oxígeno en sangre tenía en cada momento. La primera vez que le porteé, Jeni y yo vimos con sorpresa y alegría como su saturación subía al 100%. Parece magia, pero tiene su explicación. Ya lo vimos cuando estuvo ingresado y practicábamos el cuidado canguro. Al estar en contacto piel con piel, su saturación subía porque estaba verdaderamente relajado, se sentía seguro y dejaba de estar en alerta al encontrarse en contacto con su madre, lo que para él era una situación natural tras salir del útero. El porteo prolongaba esta situación. Además, le proporcionaba una mejor postura, con las vías respiratorias abiertas, lo que le hacía respirar mucho mejor que en el carro.
A los 9 meses, conseguimos deshacernos de las máquinas, le seguimos porteando y la sensación fue todavía mejor. Seguía siendo muy beneficioso para él, ya que es hipotónico (tiene bajo tono muscular) y el porteo estimula su equilibrio, entre otras cosas. Aquí lo explica mejor Mercedes Granda, de MiSaquitoMágico, quien es también un referente en lo que concierne al porteo adaptado.
No puedo acabar esta entrada sin invitaros a leer un par de cosas más. Por un lado, el tan necesario y oportuno libro de Julia Bernal, “Porteo en situaciones especiales. Una crianza en brazos sí es posible”, en cuya segunda edición actualizada participo con mi testimonio. Y, por otro, esta entrevista que Jeni me hizo para el blog Criando Monetes en el que expongo qué otros beneficios nos ha aprtado el porteo.
Y tú, ¿porteas a tu hijo? ¿Qué tiene de especial tu porteo? ¿Has necesitado adaptarlo por alguna razón?
Una maternidad transformadora (primera parte)
Tengo la convicción de que siempre he querido ser madre. Creo que ha sido un deseo que ha estado en mi interior desde que era niña. Kike y yo nos elegimos cuando sólo teníamos 14 años para pasar nuestra vida juntos. Desde el primer día sabíamos que queríamos estar siempre unidos y formar una familia.
Con los años, fuimos madurando, obviamente. Nuestra relación pasó, pasa y pasará por baches que la hacen cada día más fuerte. Cuando nuestro noviazgo adquirió la solidez suficiente, supimos que queríamos ser padres jóvenes, antes de los 30. Se nos escapó una oportunidad cuando yo tenía 24 años. Fue muy duro despedir a nuestro bebé estrella. Con el tiempo me he dado cuenta de que ese no era nuestro momento. Esa estrella debió darse cuenta. Posiblemente percibió que necesitábamos más tiempo de preparación para ser padres y nos dio la oportunidad de aprender lecciones muy valiosas de aquella experiencia.
En septiembre de 2013 nació Daibel. Yo ya tenía 28 años. Seguíamos dentro de nuestro objetivo de ser padres antes de los 30. Aquí ya había mucha más consciencia, mucho aprendizaje, muchas vivencias que nos habían preparado para lo inesperado que nos tocaría vivir. Una de las razones por la que queríamos ser padres jóvenes, pero no la única, era tener menos posibilidades de vivir un embarazo de riesgo o que nuestro hijo tuviera algún tipo de alteración. No era una de las razones más importantes, pero ahí estaba para darnos un ‘zas, en toda la boca’.
El embarazo fue bien, vivido de forma muy consciente y feliz. En la semana 34 nos comunicaron que parecía pequeño. En la 36 decidieron inducir el parto porque no crecía bien. Esas dos semanas fueron complicadas. Vivía momentos de mucha angustia e incertidumbre, pero también trataba de tener momentos de serenidad y conversar con mi hijo desde el útero, mostrándole que confiaba en su fortaleza.
No voy a escribir sobre mi parto. No me siento preparada. Espero poder hacerlo algún día. Pasaré directamente al momento de su nacimiento. Daibel nació con un kilo y medio de peso, dificultades respiratorias y se le vieron un par de malformaciones. Su comprometido estado de salud hizo que nos separan tras el parto.
Sorprendentemente, a pesar de que lo que estaba viviendo era lo más duro que me había pasado, yo estaba serena; preocupada, pero serena. Había vivido con mucha angustia los momentos previos al nacimiento de Daibel, pero algo en mi interior me ayudaba a estar tranquila, algo me decía que él me necesitaba así. Una madre nerviosa no le aportaría nada bueno. Estoy convencida de que todas las cosas que me pasaron en el septenio anterior a su nacimiento me estaban preparando justo para ese momento. En los años previos, ciertos problemas de ansiedad me llevaron a realizar terapias de autoconocimiento emocional. Hice mucho trabajo personal, que no fue fácil, pero que me llevaría a ese 27 de septiembre como una persona preparada para vivir con consciencia ese momento.
Aún así, las hormonas y la difícil situación que estábamos pasando me hacían tambalearme a veces. Daibel estuvo ingresado algo más de dos meses en la unidad de neonatos. Nueve semanas en las que pasó de todo. Hubo momentos preciosos, de verdadero placer, mientras practicábamos el método canguro. Pero también se sucedieron los peores momentos de mi vida hasta el momento -en el futuro cercano se sucederían otros más duros si cabe-. Los primeros días me sentía muy agobiada. Era un agobio que jamás había experimentado. Quienes hemos sido buenas estudiantes –muchas mujeres de mi generación, educadas para ser perfectas, me comprenderán– hemos vivido con mucha ansiedad periodos de exámenes en la universidad o entregas de informes en el trabajo. Este agobio era diferente. Supongo que las hormonas también hacían su parte. Yo sentía que lo que tenía entre manos era muy grande, pesaba mucho, se me escapaba entre los dedos y, a la vez, era muy importante, por lo que no podía permitir que se me cayera. Además, me faltaba experiencia. Nadie piensa de verdad que le va a pasar algo así, por lo que no nos preparamos para ello. De modo que yo no sabía realmente qué era una unidad de neonatos, qué debía hacer yo en ella, qué cuidados especiales requería mi bebé, para qué servían todos esos cables, cómo trabajaban los profesionales que nos acompañaban, cómo debía afrontar la lactancia y el vínculo con mi bebé en esa situación, etc. Yo me había preparado para tener un niño sano. Las preguntas y la incertidumbre se agolpaban en mi cabeza los primeros días, pero pronto encontraría las respuestas.
Siempre he pensado que soy una persona que aprende deprisa y tiene buena memoria. La verdad es que en estos días me lo volví a demostrar, lo que me ayudó mucho a comprender lo que me estaba sucediendo y encontrar mi lugar en ese momento. Pregunté mucho, observé más y me atendieron bien. Para absorber toda esa información hace falta serenidad. Estoy muy orgullosa de haberla tenido, ya que pienso que eso ayudó mucho a Daibel.
Durante ese ingreso aparecieron mis primeras frustraciones sobre mi maternidad. Ciertas situaciones hacían y hacen que sienta mucha rabia porque no puedo cumplir objetivos que me había propuesto y que para mí eran muy importantes.
En primer lugar, pasé mucho miedo cuando nos separaron. Cuando lees lo importante que es para el bebé pasar sus primeros momentos de vida junto a su madre y no lo puedes cumplir, te invade la tristeza, la ira y la impotencia. Lo mismo sucedía cada noche, cuando debía marcharme del hospital sin mi bebé para ir a dormir a casa. Con el tiempo aprendí que hay formas de compensar esas separaciones y me ayudó mucho practicar el método canguro en el hospital y portearle tras el alta, así como vivir nuestros momentos juntos en casa con mucha intensidad y consciencia.
Mi segunda gran frustración vino con la lactancia. Daibel estuvo alimentado con mi leche durante las semanas del ingreso, pero debía extraérmela. Diversas dificultades hicieron que él no se enganchara al pecho y yo me vi incapaz de continuar con las extracciones tras el alta. Me gustaría decir que esto también lo he sanado en mi interior, pero no es así. La frustración y la culpa todavía me atraviesan. Trato de convertirlas en orgullo por haberle dado a mi hijo un montón de gotas de salud extraídas de mi pecho con mucho esfuerzo, pero todavía no lo he conseguido.
De esos días en el hospital me llevo cuatro cosas muy importantes: la labor de autoconocimiento que realicé; el enorme aprendizaje que experimenté en torno a los cuidados de mi hijo; comprobar de forma muy palpable que hemos construido una impresionante red social a nuestro alrededor de familiares y amigos que nos demostraron puro amor; y los momentos de verdadera paz y conexión que viví con Daibel mientras nos abrazábamos piel con piel.
Salí del hospital sintiendo como que ya no era primeriza. El aprendizaje había sido tal, que tenía mucha seguridad en que lo haríamos bien en casa, a pesar de que el estado de salud de Daibel seguía siendo muy delicado, con necesidad de oxigenoterapia, medicaciones varias, controles constantes de sus niveles de glucosa y un primer diagnóstico demoledor sobre el estado de su cerebro. Aún así, éramos infinitamente felices por tenerle por fin en casa tras esos dos interminables meses.
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