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Volver a trabajar estando en duelo
Hace ya casi un año que murió Daibel. No me lo puedo creer. La vida sigue… ¡Y qué vida! Desde que se fue, el mundo se puso del revés. Yo he tenido que adaptarme a vivir sin su presencia y a salir a un mundo que no es como el de antes. Desde luego, aún estoy en el camino. No he llegado a ninguna parte. Tampoco tengo claro si hay un sitio al que llegar.
¡Basta de divagaciones! De lo que vengo a hablar hoy es de cómo he empezado a trabajar estando en una situación de duelo. No es un tema pequeño. Y no voy a presentarlo en forma de consejos porque “a mí me ha funcionado esto”. A mí no me ha funcionado nada. Yo me he visto en la necesidad de trabajar porque tenía que entrar dinero en casa. La inercia me ha llevado a donde estoy ahora.
Perdí a mi hijo y mi trabajo
Quiero explicar que, que mi hijo muriera, supuso que también me quedara sin trabajo. Vaya 2x1. No había otra opción. Jeni, mi jefa, trató de buscar otras soluciones y de convencerme de esto o de aquello, pero no había escapatoria. Por aquel entonces, yo tenía la jornada muy reducida, de tan solo 4 horas a la semana. Recibía una prestación por cuidado de hijo con enfermedad grave. Al morir Daibel, perdía la prestación y la empresa debía recuperarme con las 25 horas de mi contrato. Hacía muy poco tiempo que Monetes había pasado a ser solo tienda online con algunos servicios presenciales de porteo e instalación de sillas. De estos servicios era de los que yo me encargaba en mis pocas horas de trabajo a la semana.
Obviamente, tras la muerte de Daibel, yo no podía atender nada de eso. Bueno, en realidad, no es tan obvio. Hay personas que tras una pérdida así vuelven a sus trabajos porque así lo eligen o porque no les queda otro remedio. El caso es que, ni yo estaba para trabajar ni la empresa podía recuperarme en ese momento a mis 25 horas. La mejor opción para ambas era el despido, tremendamente doloroso para Jeni y para mí.
No se me olvidará nunca el día que fui al paro. Era el primer día que salía de casa yo sola desde que Daibel ya no estaba. Fue rarísimo. Tenía una sensación de aplastante dolor y sentía como demasiados estímulos a mi alrededor. También me parecía que lo hacía todo a cámara lenta. La funcionaria, al ver los papeles, entendió lo que había pasado y me dio el pésame. Yo solo quería salir de allí y volver a mi casa.
4 ofertas de empleo en plena pandemia
A las pocas semanas, Monetes y Nordic Baby se fusionaron, permitiéndole a Jeni seguir dedicándose a un sector que le apasiona, pero con menos presión, tal y como ella explicó en su momento. Surgió Nordic Baby by Monetes, con tienda inicialmente en Las Rozas, y que ahora ya tiene otros puntos de atención al público en Rivas y Pinto.
En seguida empezó la pandemia y el confinamiento estricto. Ya he explicado varias veces que a mí me vino muy bien este recogimiento para hacer un enorme trabajo introspectivo y tratar de ubicarme en el mundo.
Desde marzo, recién iniciado el confinamiento, y hasta octubre, recibí nada menos que 4 ofertas de trabajo. Yo no daba crédito. En plena pandemia y crisis económica, ¿en serio? Las primeras yo no podía aceptarlas. Era muy pronto todavía y las condiciones que me ofrecían no encajaban en absoluto con mi situación de duelo. Haberme puesto a trabajar entonces, muy probablemente, habría supuesto una devastación de mi frágil equilibrio emocional.
Trabajar en el sector de la maternidad
En este tiempo yo me preguntaba a menudo qué hacer, desde una perspectiva muy filosófica: ¿Qué hacer con mi vida? Y es que había un tema que plantearse: ¿Podría yo volver a trabajar en el sector de la maternidad? En las primeras semanas no tenía una respuesta. A la vez, varias personas me invitaban a volver al trabajo que yo tenía anter de que Daibel naciera. ¡JA! Eso sí que no entraba en mis planes. Yo trabajaba en la universidad como docente e investigadora. Recuerdo aquello como un lugar de lo más hostil, donde la ambición y el politiqueo se llevaban más energía que la atención al alumnado. ¡Asqueroso! Voy a dejar en vuestras mentes imaginar en qué universidad trabajaba. Y desde luego, mi salida en 2012, por los recortes de la crisis económica, fue cualquier cosa menos amable. No era una opción para mí volver por ese camino.
A las semanas de morir Daibel, supe que sí quería, al menos, intentar volver a trabajar en el sector de la maternidad. Aún no era el momento, pero sabía que quería darme la oportunidad. A finales de agosto, me sentía con la energía suficiente y moví ficha. Les propuse a las chicas de Materna Yoga hacer talleres de porteo y danza del vientre para embarazadas. Les interesó la propuesta y salió adelante. ¡Había familias apuntándose a mis talleres! Fue una inyección grande de energía.
No hice la propuesta en cualquier sitio. Se la hice solo a ellas porque son amigas, porque me sentía en casa, porque conocían mi situación y me cuidarían si lo necesitaba. Además, la propuesta era para talleres online. Yo aún no me sentía preparada para salir de casa a trabajar. La pantalla era un escudo que me protegía, pero también una ventana por la que mirar qué había fuera.
La experiencia funcionó muy bien, mucho mejor de lo que yo esperaba. Me sentí muy cómoda acompañanado a otras familias. Y, sobre todo, útil. Me sentí útil. Tenía algo que aportar, podía ayudar.
En esas semanas, también realicé un par de asesorías de porteo en casos de bebés con necesidades especiales. Tenía que estar ahí. Vi claro que mi papel, mi experiencia, me permite, e incluso, me hace óptima para acompañar a ciertas familias. Aún tengo que vencer el miedo a que otras madres se vean reflejadas en mí y crean ver su futuro cuando conocen mi situación. Eso es lo único que aún me hace arrugarme un poco. Todo lo demás es empoderamiento, es verme capaz, es sentir que valgo para esto.
A finales de octubre recibí una oferta de trabajo que era compatible con lo que yo ya estaba construyendo y que encajaba en lo que yo pensaba que podía asumir. Básicamente, era trabajo desde casa, con algunas horas al mes de trabajo en tienda haciendo lo que antes hacía en Monetes, asesorar a familias.
Las piezas del puzzle encajaban y, sorprendentemente, lo que pensaba que más me costaría, es lo que mejor me ha venido. Me asustaban un poco las horas de trabajo en tienda, atendiendo a familias sin el escudo de mi pantalla. Nada. 0 problemas. Al revés, mucha satisfacción por sentir que hago las cosas bien. Incluso he salvado situaciones que me preocupaban como que me preguntaran si tenía hijos o encontrarme con antiguas clientas.
En mi interior, aunque tenía miedo a dar ese paso, yo tenía la intuición de que me iría bien. No me equivocaba. En 2016, cuando comencé a trabajar en Monetes, hubo algo que se arregló, que era mi miedo a las embarazadas. Gracias a ese trabajo reaprendí a relacionarme con familias sin miedo a que les pasara algo malo.
Algo me decía que esta vez pasaría algo parecido. Desde que Daibel murió me cuesta relacionarme con familias, la verdad. Mientras Daibel vivía, estar con l@s hij@s de mis amigos nunca fue un problema. Nunca sentí envidia de que sus hij@s estuvieran sanos ni me molestó escuchar sus preocupaciones, que en comparación con las nuestras, podrían parecer pequeñas. Cuando Daibel murió, la cosa cambió. No estoy del todo cómoda cuando hay niños y niñas en mi entorno, sinceramente. Y soy plenamente consciente de que no me relaciono con ell@s como antes. Creo que hay una parte de envidia, pero también siento que hay algo más profundo para lo que todavía no he encontrado nombre.
Volver a trabajar con familias, está colocando esto en su sitio. Me ayuda mucho a normalizar mi relación con ellas, como pasó cuando empecé en Monetes. Además, gracias al trabajo, también he notado mucha mejoría en mi ansiedad social, que tras la desescalada no era capaz de ubicar y en septiembre estaba desatada.
Soy autónoma
Para hacer posible mi participación en varios proyectos y atender mis necesidades emocionales, me he visto empujada a hacerme autónoma. Me dices esto hace un año y me parto de risa. Jamás ha entrado en mis planes y de mi boca ha salido muchas veces que nunca pasaría. Pero mira, ahora me tengo que tragar mis palabras y resulta que hay dos autónomos en casa, cosa que siempre pensamos que era una locura.
Hacerme autónoma ha sido necesario, no sólo para compaginar varios proyectos, sino para poder ser dueña de mi tiempo. Ya he explicado al principio del post que estoy aquí por inercia, porque necesitábamos otra entrada de dinero. Si realmente las cosas fuesen de otra manera, si nos lo pudiésemos permitir, yo seguiría dedicándome a mí, a mi autocuidado y ya está, para seguir transitando mi duelo sin distracciones. Pero la realidad es que yo ya había dejado pasar ofertas de trabajo y mi tiempo de prestación por desempleo estaba cerca de agotarse. Era arriesgado dejar pasar esta oportunidad.
Necesito ser autónoma porque mi estabilidad emocional es muy frágil. No son pocos los días en los que me arrasa un tsunami y necesito parar. Hacer esto siendo una empleada por cuenta ajena es problemático. Al ser autónoma, me lo puedo permitir y me siento más cómoda haciéndolo, la verdad.
Me sincero en otro aspecto. Cuando recibí la oferta de empleo que me hizo dar el salto o, incluso, cuando yo hice la propuesta a Materna Yoga, no sentí la ilusión que he sentido el resto de veces que he conseguido trabajo. Sentía más miedo que otra cosa, y me da pena, pero es así. Me da pena porque si algo me ha caracterizado siempre son mi entusiasmo y mi alegría. Y, aunque la sonrisa no se me quita fácilmente de la cara, la tristeza que siento es enorme y, por el momento, incompatible con el entusiasmo.
Ahora que ya os he explicado cómo ha surgido todo, puedo deciros que no os sorprendáis si me encontráis en redes sociales por varios sitios. Como he dicho, colaboro con varios proyectos. Es un honor haber trabajado en los últimos meses en Materna Yoga, Acontramarcha, Alma Eko y Aire Comunicación. También, aunque sin remuneración, he colaborado con la Fundación Porque Viven y la Sociedad Española de Cuidados Paliativos Pediátricos. Ahí estoy poniendo mucha energía y estamos creando cosas preciosas. Mira, ahora que lo escribo, se me dibuja una sonrisa en la cara. Igual es que sí hay algo de entusiasmo en esto...
Un día cualquiera II
Ya son casi las 8:30. Voy con un poco de retraso, así que me levanto ya. Está frito, así que no le voy a quitar aún la bipap. Le voy a ir pasando la alimentación y mientras voy a por la medicación.
Ahora toca Briviact, Depakine y Glicopirrolato. Es poco para lo que le tocó la semana pasada que estuvo acatarrado. Se lo doy ya y despierto a Kike, que se está haciendo el remolón. Anda, venga que te voy haciendo un café.
Siempre soy la primera en levantarme y la última en desayunar, pero ya me toca: huevos revueltos, medio aguacate, medio mango y una infusión. Voy a desayunar en el sofá mientras veo algún vídeo en YouTube. A ver si hay algún mensaje en el móvil. Ya pita la máquina. Siempre me tengo que levantar a mitad de desayuno.
Limpio el sistema con agua. Con esta, ya van tres jeringas de agua hoy. Ya te has despertado, ¿eh? Voy a terminar de desayunar y ahora vengo a por ti.
El pulsi no para de pitar. Es porque ya está despierto y no para de moverse, que le oigo desde aquí. Desayuno rápido y voy.
Bueno, Dainel, vamos a quitar la bipap. Aquí están las gafas nasales. Las conecto ya, bajo el oxígeno y vuelvo corriendo. Bipap apagada y te pongo rápido las gafas. Ya está. Vámonos al salón y te cambio el pañal.
¡Ay, lo que pesas! Te voy a poner el pulsi del salón, pero como estás despierto, mejor sin sonido, que me vuelvo loca. Pañal limpio. Voy a cambiarte también el pijama y a ponerte una bandana, que estás lleno de babas.
Mi desayuno se ha quedado ahí sin recoger.
Pijama puesto. Menudo lío de cables he montado. A ver, que lo arreglo. Ven que te achuche. Mientras, voy a terminar de ver el vídeo que me había puesto antes.
Te has vuelto a quedar dormido, morrazo. Ahora sí le pongo sonido al pulsi. Te dejo aquí y me pongo a hacer alguna cosa. Recojo el desayuno, la cocina, la cama… Y voy a hacer los estiramientos y un poco de danza.
Hoy vienen del hospital a verle, así que voy a encender el ordenador y a hacer un par de cosas antes de que lleguen.
Ya son las 12 y no le he dado el Eutirox. Voy a prepararlo y mientras se disuelve termino esto que estoy escribiendo:
12:15, hace rato que se disolvió el Eutirox. Se lo voy a dar. Más agua. Sigue frito. Y así seguirá hasta que venga la fisio. Con los médicos siempre está frito.
12:30, ya le puedo dar de comer. Más agua.
Ya llegan del hospital. A ver quién viene hoy. Álvaro, Lourdes, anda, y la trabajadora social. Y alguien que no conozco. Será una residente.
Voy a sacar mi bullet journal para que no se me olvide nada. Está estreñido otra vez. No hay término medio. Volvemos al Movicol. Le suspendimos la estilsona el jueves pasado. De crisis anda regular. Hay algunos parpadeos. Tiene una marca en el cuello de haber llevado tanto tiempo la bipap la semana pasada. Le estoy poniendo este aceite. De peso está igual. Sigue teniendo una parte inflamada donde apoya el botón gástrico. Tengo una duda respecto a la última analítica. ¿Ha avanzado algo el permiso del hospital para que conectemos el equipo de telemedicina?
La trabajadora social me explica cómo vamos a hacer lo de los respiros. Justo ahora termina de comer. Espera un momento, que no me entero porque la máquina pita.
Ya se van. Gracias por venir.
Está a punto de llegar la fisio. Ya te despiertas, ¿eh? Te voy a cambiar el pañal antes de que llegue.
Ya está aquí. Te va a sacar una cantidad de mocos… Voy a acercar más papel higiénico. Ya le estoy dando la turra a Alcora. Siempre que viene me desahogo con ella. Parece fisio y psicóloga. Ella entiende bien…
Ya es la hora de comer. Voy a calentar la crema y a pasar el pollo por la sartén. Ya viene Kike. Comemos mientras acaba la fisio. ¡Vaya toses! Gracias, Alcora.
Bueno, Daibel te toca otro achuchón. Primero de papá, mientras miro si me han contestado por Whatsapp, y después mío. Kike se vuelve a trabajar. ¿Nos echamos un poco de siesta? Tú estás demasiado activo. Yo me voy a acurrucar aquí a tu lado y ya vemos qué pasa. Esta tarde no trabajo en la tienda, así que no hay prisas.
Con tantas patadas y pitidos de máquina y, aún así, soy capaz de echar una cabezada…
Los platos de la comida se han quedado en la mesa.
Ya son las 16:15. Toca cambio de pañal y babero, que está asqueroso, Depakine, gricopirrolato y a comer. Te lo daría en la silla, pero creo que aún no está la cosa para eso. Mejor espero a estar tarde a que esté también Kike.
Ahora sí me han contestado al Whatsapp. Tengo que volver a encender el ordenador. Ya pita la máquina. Más agua. Me vuelvo a sentar en el ordenados. ¿Por dónde iba?
Acabado. Otro achuchón.
Ya ha terminado Kike de trabajar. ¿Merendamos algo y nos vemos un capítulo? ¡Yes!
Capítulo acabado. ¿Bañamos al goblin antes de que cene? Esta plataforma nueva que tenemos para bañarle es una maravilla. Eso sí, como le pilles activo, como hoy, lo pone todo perdido.
Hay que pesarle, ahora que está desnudo. Daibel, te voy a hacer la sesión de beauty completa: masaje con aceite de caléndula por todo el cuerpo, el bálsamo para la cabeza y corte de uñas, aunque esto último no te gusta nada.
Ya trae papá el Briviact, el Movicol y la comida. ¿Le sentamos? Venga, vamos a ver si aguanta. No aguanta, se atraganta con su propia saliva. Pues al sofá otra vez.
Mientras Kike hace la cena , reviso el móvil y nos vemos otro vídeo de Yoytube.
Vamos a cenar. Pero primero habrá que quitar los platos de la comida, claro… Jo, qué pena que no te puedas sentar, Daibel. Estarías a la mesa con nosotros mientras cenamos.
¡Oh, qué sorpresa! Una máquina pitando mientras ceno, como todas las noches. Ya acabaste de comer. Agua y te quito esto.
Venga, va. Voy a quitar los platos de la mesa y a poner el lavavajillas.
No puedo más. Yo me iría a la cama, pero aún queda más de una hora para la rutina de noche de Daibel. Pues nos achuchamos en el sofá. Me estoy quedando frita.
Ya es la hora. Voy a preparar la medicación (Depakine, Glicopirrolato y Fycompa) mientras papá te lleva a la cama. Medicación dada, cambio de pulsi, cambio de pañal, protectores en la cara para la bipap, babero de noche, quitamos gafas nasales y ponemos bipap. Entre los dos es más fácil.
Ya te está dando el subidón del Fycompa…
Yo no puedo más. Lo bomba de alimentación pita, pero ya viene Kike a apagarla para que yo no me tenga que levantar.
Buenas noches.
Los cambios en mi alimentación con ayuda de Gala Rodríguez
Mejorar la alimentación es uno de los propósitos más populares en cada comienzo de año o de temporada. Bueno, a veces el propósito real es bajar de peso y entonces la cosas puede enturbiarse un poco. Y es que bajar de peso y mejorar la alimentación no tienen por qué ir de la mano.
En mi caso, que tengo sobrepeso, mejorar mi alimentación era prioritario y quitarme kilos sería una consecuencia. O, al menos, eso pensaba yo.
Punto de partida
Desde que me independicé, con 24 años, mejorar mi alimentación siempre estaba entre mis objetivos, pero, sinceramente, no tenía ni idea de cómo hacerlo. Algunas personas de mi entorno iban haciendo dietas que a mí me parecían un horror. Yo no me sentía para nada preparada para hacerlas. Suponían demasiadas restricciones para mí.
Y es que la comida era mi refugio. Ahora lo veo claro. Comía por ansiedad. Quitarme de golpe una de las pocas cosas que, momentáneamente, rebajaba mis desorbitados niveles de estrés era complicarme aún más la vida. Estoy hablando de cuando aún no era madre, había acabado la carrera, comenzado a trabajar y el mundo se me estaba comiendo por los pies. Ahí empecé a ir a terapia porque mi ansiedad era galopante.
Por aquel entonces lo que pasaba era que comía más o menos bien cuando yo cocinaba, pero, por trabajo y por cómo era nuestro ocio, salía muchísimo a comer fuera de casa y ahí no ponía ningún límite.
Cuando nació Daibel, estuve tres años sin trabajar. Ahí, algo mejoró la cosa, sobre todo porque lo de salir a comer a restaurantes era ya más complicado. Ansiedad seguía habiendo, claro, nunca se ha ido. El verdadero problema es que no tenía ni idea de lo que era una alimentación saludable. Tenía un montón de creencias adquiridas por la educación recibida y el bombardeo de mensajes erróneos. Así que traté de informarme mejor. ¿Qué pasó? Pues que me topé con que en el mundo de la nutrición hay muchísimo contenido divulgativo que se contradice de unos autores a otros.
Estaba yo en esas, intentando aclararme, cuando conseguí trabajo. Daibel tenía tres años. Era septiembre de 2016. Ese año, su epilepsia se volvió loca, no dormíamos y yo tenía que ir a trabajar. La alimentación se nos fue a la mierda. Estábamos absolutamente agotados y nos hicimos unos profesionales de la comida a domicilio.
Cuándo comienza el cambio
Un año después, con la energía que trajo el comienzo del nuevo curso, me volví a proponer cambiar mi alimentación. Justo entonces, Gala Rodríguez, de Soygala.com, tenía un reto en el que cada día del mes nos daba un truco o nos hacía una sugerencia de cambio para mejorar la alimentación. Su contenido me encajaba mucho.
El 8 de septiembre, nada más empezar el curso, Daibel enfermó gravemente e ingresó en la UCI. Desde allí, fui siguiendo las publicaciones de Gala. Se convirtieron en uno de los mejores momentos del día, en el que pensar en mí y no en todo el infierno que estábamos pasando el hospital.
En base a sus recomendaciones, buscaba lugares en el entorno donde poder desayunar saludable (y los había) y, cuando alguien nos ofrecía hacernos algo de comida y me pedían ideas, les proponía opciones más o menos decentes.
En aquellos días, escribí a Gala por primera vez para agradecerle su trabajo y toda la ayuda que me estaba dando gratis.
Daibel salió del hospital para permanecer hospitalizado en el domicilio, atendido por la unidad de Cuidados Paliativos. Un mes después yo volvería al trabajo, pero con la seguridad de que las cosas no podían ser como el año anterior.
El cambio de chip fue brutal y, ya me lo habéis leído un montón de veces, fue gracias a la unidad de Cuidados Paliativos. Gracias a que ellos nos atendían en el domicilio y que dejamos de llevar a Daibel al centro de Atención Temprana, nuestra vida se ordenó muchísimo a todos los niveles.
Gracias a ese orden, a no tener que ir corriendo a todas partes, a estar cuidados… mi ansiedad se redujo muchísimo y empecé a sentirme preparada para hacer cambios de verdad en mi alimentación.
Gala ofreció una charla gratuíta que me llegó en el mejor momento posible. Lo que había contado me parecía que encajaba perfectamente conmigo y me encontraba con la energía adecuada como para cambiar mi alimentación de una vez por todas. Y así fue.
¿Por qué me encajaba tanto su propuesta? Porque no dejaba de lado las implicaciones emocionales de la alimentación. Gala no se va a limitar nunca a darte un menú y decirte esto es lo que hay. Gala ofrece explicaciones a los procesos y propuestas de cambio. No te persigue con una báscula ni te señala qué has hecho mal. Te ayuda a buscar la raíz del error y te insta a que te perdones.
El programa de menús saludables
De repente, cuando ya me sentía con la energías y conocimientos suficientes para emprender el cambio, recibí un regalo. ¡Qué regalo! Me regalaron el programa más top que Gala ofrecía en ese momento: ‘Menús saludables para 30 días’. ¡Menuda oportunidad! ¡Y en el mejor momento!
En ese programa, Gala ofrece un acompañamiento grupal en el que propone un menú saludable durante un mes y da pautas para integrarlo lo mejor posible. De entrada, te dice que si tu alimentación actual dista mucho de la propuesta, no es necesario que lo cambies todo de golpe y te sugiere empezar por los desayunos. Jamás vi a ningún nutricionista diciendo algo así.
Gala explica por qué el menú es así: sin cereales, sin legumbre, sin mamíferos, sin lacteos, sin azúcar… Pero, como te decía, no te persigue para que cumplas esto. Ella te da la herramienta, pero la responsabilidad es tuya.
Efectivamente, para mí era demasiado cambio de golpe y me agarré a su propuesta de empezar por los desayunos. ¡Menudo cambio! ¡Qué delicia! Me encantan los desayunos que hago desde entonces.
Un desayuno tipo podría ser éste: huevos revueltos, medio aguacate aliñado con sal y limón, medio mango y una infusión (sin endulzar). ¡No me digas que no te apetece!
Mis desayunos no distaban muchísimo de la propuesta. Ya estaban integrados los huevos y las infusiones, aunque con azúcar. Pensé que me costaría quitarla, pero para nada. El primer día noté que era absolutamente prescindible. Tenía que retirar el pan e introducir el aguacate y la fruta. El aguacate entró con mucha facilidad porque me encanta. Desde hace tiempo, la fruta, en forma de zumo, iba y venía. Pero el zumo no es fruta. Era lo que más me costaba introducir. En las primeras semanas la estrategia que adopté fue consumirla en batidos con leche de coco. Estaban riquísmos. Pronto llegó el verano y, con él, mis frutas favoritas, así que terminé por integrar el hábito y ahora me parece imposible desayunar sin fruta.
Para las comidas y las cenas fui probando algunas de sus propuestas y hay recetas que se han quedado con nosotros para siempre. En realidad, lo que aprendí respecto a estas comidas es que a mi alimentación le sobraban hidratos de carbono.
Así que, muy poco a poco, desde hace dos años, he ido retirando, sobre todo, cereales de mi alimentacón y probando un montón de recetas de verduras y hortalizas para sustituirlos. Ahora, tengo un recetario propio amplísimo, comemos muy variado y cosas que nos gustan. Eso era importantísimo. Lo de las verduras hervidas y los filetes a la plancha no entraba en nuestros planes.
Además, me organizo mucho mejor en la cocina y todas las semanas hago una sesión de preparación de comidas para varios días. Me encanta hacerlo y me resulta de lo más útil.
El club
Nada más acabar el programa de menús supe que no sería la última vez que trabajaría con Gala. Había cosas que contaba por encima en sus redes sociales que me interesaban muchísimo y en las que quería profundizar. Me puse a ahorrar porque quería pertenecer a ‘El club’, otro programa de acompañamiento grupal en el que cada mes se trabaja un aspecto que tiene que ver con la salud (no sólo la alimentación). Todos los meses cuentas con un taller temático, acompañamiento en grupo de Telegram y lo que ella llama sesión de acción. Una reunión entre las participantes para que nos pongamos manos a la obra ordenando la cocina, elaborando un menú o realizando una sesión de preparación de comidas, por ejemplo.
Además, entres cuando entres, encuentras un repositorio con todos los talleres de meses anteriores, que son una joya, y un montón de extras e imprimibles.
Yo compré una suscripción trimestral por mi cumpleaños el diciembre pasado. Lo que significó que Daibel murió en medio de mi formación. Cabría pensar que lo mandé todo a la mierda y desaproveché mi estancia en ‘El club’, pero no. Cuando Daibel falleció me agarré al autocuidado como forma de mejorar mi bienestar. Así que los contenidos teóricos que ya había consumido o me quedaban por consumir en ‘El Club’ me vinieron de maravilla.
Además, en definitiva, en ese momento disponía de más tiempo y de una rutina menos compleja que me permitía aplicar los conocimientos adquiridos sobre alimentación, descanso, ejercicio físico, autoconcimiento… A eso me he dedicado estos meses y es lo que os estoy contando en mis redes y en el blog en el mes de los autocuidados.
En la web de Gala encuentras este testimonio mío.
Resultados y ego
Sigo comiendo cereales, legumbres, mamíferos, lacteos y, muy esporádicamente, cae algo de azúcar. Pero las cantidades no tienen nada que ver con lo de antes. Esos alimentos han sido sustituidos, sobre todo, por más verdura y estoy encantada.
En cuanto comencé a hacer cambios, y aunque yo siempre decía que el objetivo era mejorar la salud, quise ver resultados en la báscula. Pero no. Al principio me frustré un poco. Había hecho ya muchos cambios, pero no se reflejaban en el peso y no terminaba de entenderlo. No le di muchas vueltas, me bajé de la báscula y ya está. No la hice caso en meses.
De pronto, un día, después de casi un año introduciendo cambios, me pesé y había 3 kilos menos. En el último año he bajado 7. Intento no pesarme mucho, la verdad. Porque la cifra alimenta el ego si es baja y la frustración si ha subido. Lo que intento es ser muy consciente de cómo me siento que, en definitiva, es más ágil, menos hinchada. Cuando cometo un exceso, me observo y detecto digestiones pesadas y malestar. Esa información es mucho más útil para construir rutinas que la cifra que te devuelve la báscula.
Si algo de lo que has leído aquí te encaja, te invito a que sigas las propuestas de Gala. En redes sociales, su newsletter y su podcast comprate un montón de información gratuita de gran valor.
El diamante del día
Hace ya más de un año me encontré con el proyecto de Lucía Terol, Sencillez Plena. En su grupo de Facebook, durante el mes de nero de 2018, nos propusoun reto que me encantó y decidí implantar en mi vida para siempre.
Lucía nos propuso emplear la técnica de productividad del diamante diario. Para mí, ha sido también una técnica de motivación y la verdad es que he hecho una interpretación un poco libre del concepto. El resultado, en mi caso, transformador.
Qué es el diamante diario
Consiste en elegir cada día una tarea que ha de ser tu diamante. Es una tarea que le aporta valor a tu día y que te hace brillar. En mi caso, es algo que hace que todos mis días sean significativos, pero no siempre desde el punto de vista de la productividad profesional. Mis diamantes van desde escribir un artículo, a echarme una siesta, pasando por preparar una receta que tenía ganas de probar.
Todos los días yo he elejo mi diamante y he procuro que el resto de actividades del día deje tiempo para él, porque es mi prioridad.
Ya digo que para mí es más que una herramienta de productividad. Efectivamente, lo es, pero también es un instrumento de autoconocimiento muy potente. Me obliga a pensar a diario qué es lo importante para mí.Hay días que me equivoco de diamante, otros, que no lo encuentro, otros en los que tengo demasiadas opciones donde elegir. La conclusión: todos los días de mi vida hago cosas importantes.
Incluso me ha ayudado a sanar ciertos aspectos de mi relación con Daibel, porque muchas veces he sentido que mi vida era sólo él y yo me desdibujaba. Yo era la única responsable de eso y me gustaría explicar por qué me ha venido tan bien para corregir esa sensación y cuáles fueron mis diamantes de aquel mes de enero.
Todo un aprendizaje
Como la técnica del diamante diario estaba siendo transformadora para mí, fui compartiendo la idea con personas de mi entorno. Gustaba mucho, pero a veces les costaba encontrar ejemplos de diamantes. En concreto, me acuerdo de una amiga que tiene a su marido enfermo. Ella me dijo que ahora para ella cuidar de él es lo importante, lo único, y que no veía cómo cambiar el foco para encontrar otras cosas que se convirtieran en su diamante. Mi caso con Daibel es parecido. Daibel es muy importante en mi vida y hay días que el diamante le repercute directamente. Pero yo soy más cosas que madre y cuidadora. Él es muy importante, pero no es lo único. El diamante del día me lo ayudado a verlo.
Le dije a mi amiga que, al finalizar el mes, le daría la lista de diamantes que he realizado para darle ideas. Lo comparto también por aquí por si ayuda a alguien más. Yo te animo a que crees tu propia lista el mes que viene.
Mi lista de diamantes diarios
DÍA 1: Hacer el mandala de año nuevo
DÍA 2: Escribir un artículo
DÍA 3: Reactivar Crianza Mágica
DÍA 4: Estrenar la Crock Pot
DÍA 5: Hacer un roscón de Reyes
DÍA 6: Hacer regalos significativos
DÍA 7: Poner 3 lavadoras
DÍA 8: Contactar con los profesionales de las actividades
DÍA 9: No encender el ordenador
DÍA 10: Ir con Marta a la tienda de manualidades
DÍA 11: Reactivar mi formación de porteo
DÍA 12: Probar Trello
DÍA 13: Cocinar para la semana
DÍA 14: Desayunar con las amigas del Banco del Tiempo de Rivas
DÍA 15: Cortarme el pelo
DÍA 16: Ayudar a Elsa
DÍA 17: Cocinar para mis amigas
DÍA 18: Cambiar de móvil
DÍA 19: Abrazar mucho a Daibel
DÍA 20: Echarme una siesta
DÍA 21: Hacer vídeo de porteo para Patri
DÍA 22: Ordenar historia de Daibel
DÍA 23: Destrastear dormitorio
DÍA 24: Destrastear baño
DÍA 25: Destrastear cocina
DÍA 26: Destrastear salón
DÍA 27: Destrastear habitación pequeña
DÍA 28: Terminar teoría de la formación de porteo
DÍA 29: Tareas de redes sociales
DÍA 30: Probar directos de Facebook
DÍA 31: Preparar entrevista a Vito
Mil gracias por este reto. Para mí ha sido verdaderamente revelador.
¿Te animas a identificar tus diamantes diarios?
Un Bullet Journal que cambia vidas
Desde hace casi una año me organizo con Bullet Journal (BuJo de ahora en adelante) y afirmo rotundamente que se ha convertido en uno de mis favoritos de 2018. Dudo que vaya a cambiar de método de organización en mucho tiempo, puede que nunca.
Por si no conoces esta herramienta, te cuento . El BuJo es una libreta en la que vas creando tu propia agenda. Es un sistema ideado por Ryder Carrol que ha encandilado a multitud de personas de todos ámbitos pofersionales y diversos estilos de vida.
En redes sociales hay una gran comunidad que usa el BuJo como herramienta de expresión artística y creativa, haciendo verdaderas obras de arte. En este sentido, me gustan mucho los canales de The Flower Journal, Dalia Journals (y anteriormente Rincón de Dalia), AmandaRachLee y ChristineMyLinh. También he aprendido mucho de Chirstine Hug, quien no emplea el BuJo de forma tan creativa, pero el uso que le da se parerce mucho más al mío.
El BuJo, en origen, no fue creado para ser un medio en el que canalizar la creatividad artística. Más bien todo lo contrario. La idea era crear un espacio lo más sencillo posible y libre de ruido, que albergue lo verdaderamente importante para la organización y la productividad. Pero la gracia del BuJo es que es personalizable y, aunque esta vertiente creativa no haya respetado el objetivo originario, cada una lo emplea como quiere, le da importancia a lo que le parece y, en definitiva, refleja su estilo.
Cómo empecé
Me adentré en el mundo del BuJo a la vez que en el minimalismo. Y es que me di cuenta de que usaba cuatro libretas diferentes para organizarme: una agenda para temas de trabajo y médicos de Daibel, otra para las cosas de casa, otra para reflexiones y aspectos más personales que de vez en cuando me da por escribir y otra para bocetar y hacer listas de cualquier cosa, como las de la compra, por ejemplo.
Estaba deseando encontrar una forma de unificar esas cuatro libretas en una sola. Aunque estaba enamorada de mi agenda, no tenía los apartados necesarios para poder usarla para todas estas cosas, a la vez que tenía unas cuantas páginas, ya diseñadas, que a mí no me servían para nada.
Estaba claro que lo que me permitiría hacer es unificación era el BuJo, pero, acostumbrada a ver por las redes aquellas obras de arte, pues se me hacía un mundo. Cuando me estaba picando el gusanillo compartí este vídeo de Solitude of Alanna en el que cuenta cómo lo usa ella y me quedé maravillada. Era una preciosidad. Yo no podría hacer eso, no tengo ese arte. Pero sí vi la posibilidad de usar el BuJo como yo quisiera, con los apartados que yo realmente necesitaba y no con los que ya vienen diseñados en una agenda preformada.
Inciso. No estoy diciendo que las agendas o planificadores preformados no sirven para nada. No me sirven a mí ahora. Pero los he usado mucho y me han ido de maravilla. También creo que el BuJo no es una herramienta útil para todo el mundo.
Lo que más me frenaba a mí para comenzar con el BuJo era el tiempo que hay que invertir en configurarlo. Pero, dependiendo de cómo lo uses, esa inversión de tiempo puede ser insignificante si, por ejemplo, lo vas creando al día y sólo los días que lo necesitas. Éste no es mi caso. Yo, una vez al mes, me siento y configuro todo el mes del tirón. Y lejos de resultarme tedioso, se ha convertido en uno de los momentos más placentero del mes, en el que me siento totalmente concentrada a hacer algo que me encanta. Resulta que es un tiempo para mí y que, además, ha tenido una repercusión enorme en mi productividad. Ese rato no es tiempo gastado, sino invertido. Muy bien invertido. Ahorro tiempo al no tener que consultar cuatro libretas diferentes, por ejemplo; al tener menos libretas, también tardo menos en ordenar el escritorio; y, la herramienta en sí, como método de organización y productividad me funciona a las mil maravillas. Ahora os pongo ejemplos.
Cómo me organizo
Como ya he comentado, una vez al mes me siento y configuro el siguiente mes. He de reconocer que mis meses tienen muchas páginas, creo que más de lo habitual. Es lo que tiene venir de cuatro libretas y que verdaderamente funciono muy bien a base de tachar cosas de listas.
Primero hago el mes vista, donde apunto eventos y citas, y dejo un espacio en la hoja para plantearme los objetivos del mes. Mis prioridades.
Después preparo las semanas. El primer mes que usé el BuJo empleé 4 distribuciones semanales diferentes para probarlas y ver con cuál me quedaba. Ganó ésta, en la que todos los días ocupan lo mismo. Me molestan los diseños en que los fines de semana son más pequeños, ya que, precisamente, en sábado y, sobre todo en domingo, es cuando más cosas hago. Y la verdad es que yo me lo apunto todo. Desde proyectos del trabajo (divididos en tareas muy pequeñas, por lo que se crean listas de varios items) hasta las cosas que hay que hacer en la casa (barrer, lavadora de no sé qué color, descongelar algo para poder cocinar....).
En la parte superior de cada día, dejo un espacio para anotar el diamante del día, lo que es más importante. Ya os hablé de ello en redes sociales hace casi un año. La semana que viene lo dejaré todo explicado en otro post del blog.
El apartado de notas lo uso para registrar el número de horas de trabajo que hago en casa y un pequeño control de hábitos. También apunto la lista de la compra.
Mis colecciones
Tras las semanas, viene lo que en el mundo BuJo se llaman colecciones. Son espacios para poder llevar un control de diferentes aspectos de la vida o planificar ciertos asuntos con más detalle. Aquí es donde yo me paso. Tengo unas colecciones fijas, que se repiten cada mes:
- Cosas que molan: cada día apunto lo que más me ha gustado de la jornada anterior. Así valoro mejor lo que me pasa, ya que hasta en día malos encuentro momentos agradables. Mola leer la lista pasado un tiempo, ya que me hace recordar momentos que me encantaron.
- Control de gastos: aquí sólo apunto los gastos que hago en efectivo fuera de casa. Una vez a la semana los voy pasando a un excel en el que llevo un control pormenorizado de todos los gastos e ingresos de la economía familiar. Esto llegó a la vez que el BuJo y os aseguro que ha marcado la diferencia en mis finanzas. Saber cuánto ingresas, cuánto gastas y en qué, da claridad y, en nuestro caso, ha hecho que el dinero cunda más.
- Cosas de casa: este apartado me ayuda a llevar un control de las tareas que hay que realizar cada semana (algunas más de una vez) y otras cosas pendientes que se pueden realizar a lo largo del mes. También apunto la lista de comidas que voy a dejar preparadas los domingos (a veces también los miércoles) para el resto de la semana.
- Menú mensual: semanalmente anoto las comidas y las cenas que vamos a hacer, teniendo en cuenta lo que ya tenemos en nevera, despensa y congelador. En base a esto hacemos la lista de la compra.
- Daibeladas: este aparatado es importantísimo. Me hacía mucha falta. Todo lo que aquí anoto lo teníamos por ahí desperdigado en diferentes listas, libretas y papeles. Ahora está mucho más organizado y siempre sé dónde encontrar la información que necesito.Cuando vienen los médicos a casa siempre hacen muchas preguntas que a veces no estaba segura de cómo responder. Por ejemplo, ‘¿cuándo fue la última vez que le cambiamos la sonda?’. Pues yo no sabía responder con seguridad. Ahora sí porque se queda anotado en observaciones. Me sirve también para informar a los médicos que vienen a verle de cosas que hemos observado; anoto los cambios que me proponen y las dudas que tengo para la próxima visita; llevo un control de qué cosas hemos hecho y cuáles no, de sus horas de sueño nocturo (tema importante por su epilepsia), de su peso (fundamental para saber hasta qué dosis de medicación se puede llegar)... Llevamos muchos cambios en la medicación con el fin de controlar la epilepsia y apuntar las cosas que observamos, las fechas en las que se cambian las dosis de los medicamentos o lo que sea, nos aporta mucha información a nosotros y los médicos para poder tomar decisiones.
- Monetes: colección en la que organizo reuniones, entrevistas y proyectos para el mes en curso del trabajo.
Además de estas colecciones, siempre añado alguna más relacionada con el mes en el que estamos. Por ejemplo, el mes pasado tuve dos colecciones extra, una para organizar las celebraciones de Navidad y de mi cumpleaños y otra que me sirvió como reflexión para el cambio de año. Otros meses en los que he tenido vacaciones, por ejemplo, me he hecho una lista de las cosas que quería hacer; o, si me ha tocado hacer muchos papeles (como me pasó a principio de curso), he creado una colección para ello. Cada mes, lo que necesite.
Por último, están las colecciones atemporales, aquellas que no se corresponden con un mes determinado. Aquí hay un poco de todo, desde listas organizativas a cosas que simplemente me han gustado y las anoto o dibujo para guardarlas y tenerlas localizadas. Os pongo algunos ejemplos:
- Proyecto biblioteca: voy una vez al mes, anoto los libros que me llevo, la fecha de devolución y los puntúo cuando me los leo.
- Una infografía sobre las partes y tipos de hojas
- Otra con la clasificación de las hojas de las plantas de mi huerto
- Recetas de cocina que quiero realizar
- Una colección con la canción que le hemos hecho a Daibel
- Cosas que leer, ver, escuchar o buscar que la gente me recomienda
- Listas que encuentro por ahí que me gustan, como por ejemplo, ‘10 pasos funamentales para organizarte mejor’, de Azucena Caballero.
- Recetas de productos caseros de higiene, cosmética y limpieza.
- Una colección con ideas de tipos de letras bonitas y decoración de títulos
Las posibilidades de colecciones son infinitas. En redes podéis encontrar muchísimos ejemplos que se ajusten mejor a lo que necesita cada una.
Espacio para la creatividad
Como os decía, el BuJo no está pensado, en origen, para ser un espacio en el que ser creativo. Pero, en mi caso, lo es en parte. Tengo la intención de aprender a dibujar, pero me resulta complicado encontrar tiempo para ello. Sin embargo, el BuJo se ha convertido en un espacio en el que, sin necesidad de ser constante, puedo ir dibujando cosas sencillas cuando encuentro un rato libre, sin pretensiones ni obsesiones. Es por ello que, por ejemplo, intento hacer títulos bonitos, con una decoración muy sencilla, pero que me hace practicar. Y también dejo un espacio cada mes para dibujar una portada que me guste.
Esto es todo lo que os quería contar de mi BuJo. Si has llegado hasta aquí es posible que estés pensando que soy una súper mujer, que llego a todo o, incluso, que lo tengo todo demasiado controlado. Déjame decirte, en primer lugar, que no es verdad, que no llego a todo y las cosas se me descontrolan, como a todo el mundo. Pero, también es verdad que, por un lado, he mejorado mucho mi productividad y, por otro, tolero mucho mejor que antes los descontroles. El BuJo es una herramienta que me ha ayudado mucho a mejorar mi productividad, pero antes ha habido un cambio de mentalidad que te conté aquí. La clave no ha estado en organizar mejor la cantidad de cosas que hago, sino en hacer menos cosas y después organizarlas mejor. Primero he simplificado mis tareas y luego les he dado orden y sentido, ayudada por el BuJo.
¿Usas Bullet Journal? ¿Crees que es una herramienta para ti? ¿Qué otros métodos de organización te han funcionado?
¿Soy minimalista?
Lucía Terol, minimalista que puedes encontrar en Sencillez Plena, diría que el minimalismo no tiene que ver con el número de objetos que tienes, sino que es más bien una actitud y creo que ella misma me diría que estoy en el camino del minimalismo. Sigo teniendo muchos objetos, pero he reducido mucho en lo material y lo inmaterial en los últimos meses. Hay ciertos aspectos que he descubierto del minimalismo que encajan conmigo y los quería compartir por si a alguien más le inspira.
Cómo empezó todo
Es muy curioso cómo ha sido todo el proceso que acaba conmigo escribiendo este post. El detonante surge cuando nos vemos en la obligación de plantearnos un cambio de casa. No nos queremos mudar, pero ciertos acontecimientos pueden llegar a forzar que cambiemos de domicilio. Es algo que comenzamos a hablar hace más de un año y, como era una posibilidad real, nos pusimos a buscar casas. En ese momento, lo vi claro: no quiero vivir en una casa grande. Cuanto más grande, más trastos y más tiempo invertido en limpiar y ordenar. Mi prioridad no es esa.
Aún sabiendo que una casa con las dimensiones de la actual es suficiente y que no me quiero mudar, no me encontraba del todo bien en mi propia casa por estar siempre desordenada y no precisamente limpia.
Cuando comencé a trabajar, en septiembre de 2016, sumado a que Daibel entró en una fase de trastorno de sueño bastante gorda y que duraría meses, mi casa se sumió en el caos. Disponíamos de menos tiempo para dedicárselo a la casa, estábamos agotados y no encontrábamos la energía para ordenar, limpiar, cocinar… Lo de no dormir es una tortura.
Pasó otra cosa. Yo llevaba 3 años sin trabajar, por lo que habíamos reducido muchísimo nuestro consumo. Desde mi primera nómina, comenzamos a comprar cosas que necesitábamos o deseábamos y que habíamos dejado aparcadas hasta aumentar nuestros ingresos. El problema fue que entraban cosas a casa, pero nada salía. Y, sinceramente, ha habido compras innecesarias. Así, las casa se iba llenando y llenando de cosas que no encontraban un lugar determinado. La habitación pequeña se convirtió en un trastero caótico. Cuantos más trastos, más difícil es limpiar, por lo que el caos se iba apoderando de nosotros.
Comencé a hacer pequeñas limpiezas de cosas que ya no usaba. Para mí fue fácil empezar por mi armario. “Destrasteaba” la habitación del caos a menudo, pero siempre volvía a desordenarse. La razón es que cambiaba las cosas de sitio, pero no sacaba de casa las que no eran necesarias.
En verano de 2017, redescubrí a Azucena Caballero, experta en productividad, organización y emprendimiento. Compré su libro ‘Organiza tu hogar en 30 días’. Me propuse seguir sus consejos, aunque adaptándolos un poco a nuestras circunstancias. La verdad es que no funcionó, pero plantó una semilla en mí, eso lo tengo claro. El libro de Azucena Caballero es un gran recurso que le ha cambiado la vida a muchas personas. Yo me he quedado con algunas de sus propuestas, pero lo cierto es que el método no terminaba de encajar conmigo o, al menos, en ese momento. Ahora que, mediante otros recursos, he conseguido vaciar mi casa de trastos, descubro que hay más cosas de la propuesta de Azucena que soy capaz de aplicar.
Paralelamente, iba leyendo y viendo vídeos sobre organización y productividad. Anotaba lo que me gustaba, pero no terminaba de encajar todo.
El punto de inflexión
En septiembre de 2017, con el inicio del curso, me propuse conseguir que mi casa estuviese limpia y ordenada, pero el 8 de ese mes Daibel fue hospitalizado en estado grave y ya todo cambió. De hecho, para que Daibel pudiera volver a casa, teníamos que cambiar parte del mobiliario y deshacernos de cosas que ya no iba a usar para dejar espacio a otras nuevas que venían con él. Durante tres días, antes de su alta, estuve preparando la casa, limpiando, ordenando, sacando y metiendo. Fue la primera limpieza real desde que comencé a querer un cambio en mi casa y, aun así, sentía que no era suficiente.
Su alta y estos meses en casa, han supuesto en mí una gran trasformación. Su situación de salud es muy delicada, lo que supone, entre otras cosas, que casi no salimos de casa y tenemos las visitas muy restringidas. Pasamos mucho tiempo en nuestro hogar y necesitaba sentirme bien en él.
Más allá de lo material
La situación de Daibel es tan complicada, que sentí la necesidad de simplificar otros aspectos de mi vida para eliminar tanto ruido y poder centrarme en lo que para mí era importante. Me salí de un montón de grupos de Whatsapp y Facebook, dejé de seguir algunas páginas e hice limpieza en mis amistades digitales, decidí que ciertos aspectos del trabajo no eran responsabilidad mía y que no iba a dejar que los compromisos sociales se comieran mi tiempo.
Cuando todo eso se aclaró, de pronto, dando una vuelta por YouTube, acabé en el canal de Adriana, de Minimalistamente. Quedé fascinada porque, vídeo a vídeo, le iba poniendo nombre a todo lo que me había ido sucediendo. YouTube me iba recomendando vídeos relacionados y así acabé en el canal de Lucía Terol, de Sencillez Plena. Ella me proponía profundizar mucho más en todo este proceso desde un punto de vista emocional. Y ahora, sí que sí, sentía que tenía los recursos que necesitaba para ponerme manos a la obra.
En enero de este año tuve unos días de vacaciones y me centré en ordenar mi casa. Salieron muchos, muchísimos trastos. Cada viaje, con el coche lleno de basura y objetos para donar me hacía sentir una paz inmensa. Fue absolutamente liberador. Y que sepáis que es esto engancha. A lo largo del año he seguido haciendo revisiones y reduciendo nuestras pertenencias. Y reduciría mucho más, pero los acuerdos de convivencia con Elpadredelacriatura no lo permiten, jeje.
Me siento especialmente a gusto con mi armario, que se ha convertido en un armario cápsula. Mi ropa ocupa menos de la mitad que antes, sólo hay prendas que me encantan y las uso todas. Todo lo demás, desapareció.
Éstas son mis camisetas de manga larga para todo el año
He conseguido, por primera vez en mi vida, que mi casa esté limpia (según mi criterio, hay muchas personas que no estarían de acuerdo conmigo XD) y ordenada la mayor parte del tiempo. Porque sí, a veces se me descontrola la cosa y sé que la razón está en que sigue habiendo demasiados objetos y pensamientos a mi alrededor. Pero bueno, el camino hasta aquí ha sido muy revelador y sé que estoy donde quiero estar. ¡¿Tú sabes qué gusto?!